MIAMI, FLORIDA



Resulta que estoy en Miami desde hace varios meses, tramitando papeles que siguen demorados.
Miami y yo ya nos conocíamos.  Viví en esta ciudad de 1990 a 1994, fresquita después de haber vivido 20 años en San Francisco, ni más ni menos.  Si bien el cambio fue aberrante, las experiencias de esos cuatro años hicieron que el trasplante valiera la pena. Y, como les sucede a todos los recién llegados a la zona,  me costó adaptarme a la vida en Florida.  Sin embargo, cuando llegó el momento de partir a Washington DC  ya me había acostumbrado a la ciudad, a sus tiempos y a sus  humores,  muy sosegados por aquel entonces. Nada que ver con la metrópolis de 2011.

Como dije, este año me encuentro nuevamente en Miami y no de paseo.  En estos  días mi consigna es esperar y esperar.  Afortunadamente, resido en casa de L.,  excelente amiga y generosa anfitriona.  La casa es cómoda, está muy bien ubicada y se pasa bien.  

El principal problema de Miami, y sabemos que tiene muchos, es el clima.  Benigno para muchos, insoportable para otros, particularmente durante los meses de verano, junio, julio y agosto cuando un "vaho vil " invade la ciudad, y éste sólo puede describirse como una humedad pesada, impenetrable que se descuelga implacable sobre toda la vegetación, las viviendas y los habitantes.   De paso, vaho vil es un término que acuñó mi amiga Reneé.  El calor se soporta, sí, con aire acondicionado, adentro de las casas.  Cuando se sale, con aire en el auto, en los shopping centers o con las máquinas refrigerantes que riegan “vaho fresco” sobre los comensales en los restaurantes con salida a la calle o un patio.  En mi opinión, los veranos en Miami son lo más parecido al Averno.


Fauna en Miami

Ibis
A diferencia de otras localidades estadounidenses notoriamente antisépticas,  en Miami pulula la fauna salvaje, se mete en las viviendas, se come los jardines y otras cosas más.  No me estoy refiriendo a los temibles cocodrilos y alligators que también acosan localidades y viviendas  ubicadas junto a riachos y canales sino a otras fascinantes criaturas: lagartijas chicas, grandes, de todos los colores y especies, iguanas que caminan muy tranquilas por las calles, o los ibis, sonoros y protestones que se dedican cada mañana a picotear y liberar al pasto verde de millares de gusanitos.  Y a no olvidarse de las cotorritas, las palomitas, la nocturna zarigueya con sus adorables bebitos, el eventual zorro y los sigilosos gatos.  Me temo que los perros, pobres esclavos, ya han avanzado a otra categoría.
 

"Plumitas"
Les cuento que un día, a mediados de septiembre , ¡oh sorpresa!, se apareció en el jardín un pollo de pavo real con su legendario y fabuloso manto-abanico aún en veremos que no alcanzaba a cubrir la extensión de su cola de plumas largas, marrones, nada bonitas.     Nos cautivó su porte regio y su modo de andar.   L., que no es muy adepta a las mascotas, de hecho no tiene ninguna, se apresuró a sacarle fotos.  Salieron preciosas.  ¡Qué colores!, repetía ella. 

Al pavo hay que darle de comer.  Una dieta fuerte en proteínas.  En estos casos, lo mejor es el balanceado de gato.  Compré una bolsa y también granos de maíz como sugirió un amigo.  Y al pavito, lo apodé Plumitas.  Nos dicen los conocidos que la aparición de un pavo real trae suerte, especialmente cuando dejan  plumas.  ¿Las grandes, con medallones?  No, cualquiera de las otras; las hay en muchos colores.  Yo sólo encontré algunas negras y de color dulce de leche.  Lástima, porque les aseguro que estos días necesito toda la suerte posible y disponible.

Ha llegado noviembre y Plumitas continúa firme en su puesto, espiándonos desde bien temprano en la mañana por el vidrio de las puertas francesas, expresándose estridente y desconcertante como el claxon de un auto antiguo.  Creemos que este teatro operático es, en realidad, parte de sus rutinas.  Hemos notado, además, que este faisán de hermosos colores, porque eso es lo que realmente es, tan pronto amenaza con oscurecer se escabulle por la parte lateral de la casa hasta llegar al frente de ella.  Entonces se sube al tacho de basura -lo hemos visto- y de ahí salta una pared y se interna en la casa vecina.  Aclaremos que la casa vecina es un palacete; sería casi imposible que sus dueños le permitan que viva y duerma allí. Lo más probable es que del palacete  se acerque a otra casa, contigua, abandonada desde hace meses debido a la situación económica y  donde posiblemente anide con su familia.  En algún árbol.                  


Tengo el presentimiento que los días de Plumitas en este jardín o fuera de él, están contados.  L., ya ha dado señales de irritación.  Le arruina las plantas, dice.  Es verdad, pero no todas. Casi no toca las aromáticas.  Por el otro lado la mujer que hace la limpieza protesta por las “cochinadas” aunque la que limpia todo con la manguera soy yo.  La semana pasada le expliqué a Selma la diferencia entre el hecho  que el pavo haga sus necesidades y, otras cosas que son más importantes en esta vida como las horribles guerras en Irak y Afganistán, o que cada 5 horas,  en los EE UU, muere un niño a causa de abuso o negligencia.  ¡Prioridades, señora!

Hoy descubrimos que el manto de Plumitas, de medallones verdes y azules se ha extendido hasta el punto donde termina su cola marrón.  ¡Un hito! Unas pocas semanas más y se le arrastrará por el suelo.  ¡Quién sabe, hasta podría regalarnos con uno de sus despliegues!  Leí  también que se acerca el tiempo del apareo y que posiblemente se vaya para no volver.   ¿Plumitas?  No....no creo que tenga apuro...mientras esté en el jardín, la vida le sonríe. Y de aquí pasamos al siguiente problema.  La semana que viene planeamos irnos al norte del estado.  Si es así, no habrá quién le dé de comer.  ¿Estará todavía en el jardín cuando volvamos?  

El tiempo pasa, la incógnita crece y a fin de mes nos llega Thanksgiving, o el Día de Acción de Gracias, y  unas semanas después, Navidad.  Con Plumitas suelto acechan los peligros y la posibilidad de que algún vecino delincuente no tenga reparos en presentarlo galantemente en la mesa de familia.  ¿Por qué no? Lo hacía Calígula.   En internet encontré una lista de "tips" para conseguir deshacerse de los pavos reales.  Se le sugería al interesado cargar un arma para eliminarlos en cuanto se pusieran agresivos.  Les aseguro que Plumitas no es agresivo, ni con nosotras ni con el gato que se aproxima de vez en cuando a terminar el balanceado que queda desparramado por el patio.  Y mucho menos cuando L y yo nos sentamos en el jardín; Plumitas se contenta con alejarse y picotear por otro lado.


La verdad sea dicha.  Codiciamos sus hermosas plumas y esperamos que Plumitas se sienta lo suficientemente agradecido por todas las atenciones brindadas y, antes de partir para siempre, nos suelte una o dos.  Por ahora, ni señales.  Por lo tanto y mientras aguardamos su decisión nos conformamos con citar un pasaje que hace referencia a una pluma de pavo real en el cuento de Julio Cortázar, Los Venenos:

….yo me quedé mirando la pluma que no podía ser la de Hugo pero era tan idéntica que parecía del mismo pavo real, verde con el ojo violeta y azul y las manchitas de oro.  Cuando Lila vino con la pala le pregunté de dónde había sacado esa pluma, y pensaba contarle que Hugo tenía una idéntica.  Casi no me di cuenta de lo que me decía cuando se puso muy colorada y contestó que Hugo se la había regalado al ir a despedirse.”
Plumitas

Comentarios

  1. Preciosa esta entrada.
    Me encantó.
    Un abrazo desde España.

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  2. Me llamó la atención la descripción del clima de Miami en pleno verano. Describe exactamente el clima de Buenos Aires o Córdoba (ambas ciudades argentinas) también durante el verano.

    El clima más insoportable del mundo. Y en la Argentina no todos disponen de aire acondicionado
    que ayude a soportar ese "Vaho Vil" mencionado por la autora de la nota.
    Simpático lo de "Plumitas".
    Desde Córdoba--Argentina, David Traversa

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